jueves, 23 de diciembre de 2021

ARGUMENTACIÓN Y ARGUMENTO

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  Argumentar es interaccionar, estructurando textualmente unos argumentos con la fuerza ilocutiva de su discurso. Donde todo argumento requiere de una operación mental para llegar a unas conclusiones mediante la construcción textual que realizan el sistema gramatical y el sistema retórico.

1. INTRODUCCIÓN

Argumentar es construir una realidad a través del lenguaje, mediante un proceso, el discurso, y un producto, el texto; pero dentro de la variabilidad que el uso de la lengua conlleva. En este marco, la lengua despliega una dimensión argumentativa, ya que su uso tiene un rol intencionado, y éste existe de acuerdo con las relaciones que se establecen entre los interlocutores. Entendemos, pues, que la argumentación está situada en una perspectiva sociolingüística, y ocupando una posición relevante en esas dos perspectivas complementarias que Halliday (1978: 10) llama intra-organism (los procesos cognitivos que están implicados en hablar y en entender), y inter-organism (el organismo humano en interacción con otros organismos humanos a través del uso de la lengua).

Y de manera general, podemos decir que la actividad lingüística funciona argumentativamente en su dimensión comunicativa, la cual ha sido denominada indistintamente como discourse function, speech acts, illocution, etc. Pues, argumentar no solamente es convencer, hacer creer, descubrir lo verdadero, sino que también es influenciar: lograr o provocar reacciones en nuestros interlocutores.

Caron (1992), desde una perspectiva psicolingüística, considera al discurso como un proceso con una orientación argumentativa:
… a discourse always has a more or less argumentative function which is related not only to the content but also to the linguistic means employed (Caron, 1992: 165).

Y esta orientación argumentativa no solamente comunica una cierta cantidad de información que el receptor necesita estimar para reconstituir la incipiente representación; sino que, también, constituye una ruta o itinerario que, orientada de acuerdo a un propósito (goal-oriented), está ideada para obtener una cierta influencia en las creencias, actitudes y conducta del receptor (o auditorio), por medio de una representación que no solamente es enriquecida, sino que también es transformada y corregida en función de los objetivos del hablante (o de los interlocutores) (Caron, 1992: 165).

Como proceso comunicativo, la acción argumentativa es procesada en ese componente del sistema comunicativo humano, bien codificado, que Givón (1995: 395 y ss.) llama multi-propositional discourse. Este componente junto con otros dos, propositional information y conceptual lexicon, organizan de forma concéntrica el sistema de representación cognitiva, que junto con los sistemas de codificación (peripheral sensory-motor coding system, gramatical coding system) combinan estos módulos funcionales, interaccionando mutuamente en la comunicación humana. Y donde habría que destacar, desde el horizonte argumentativo, dos aspectos que Givón apunta en el funcionamiento de estos componentes, citados anteriormente: a) la presunción que los miembros de la misma comunidad lingüística tienen de compartir culturalmente el mismo significado1 ; b) y el hecho de que las relaciones, cualidades, estados, etc., que la información proposicional transmite pueden pertenecer al mundo externo, al mundo interno mental, al mundo culturalmente mediatizado, o a varias combinaciones de estos mundos.

2. NATURALEZA ARGUMENTATIVA

Realmente, nosotros no comunicamos mediante la lengua, comunicamos mediante el discurso (Beaugrande, 1997). Nuestra conducta lingüística es algo más que lengua, es discurso. De modo que los actos o eventos comunicativos que realizamos, lo hacemos mediante el discurso. Y todo discurso implica un diálogo. Usar la lengua es establecer una relación de diálogo. Un diálogo entre la lengua y su contexto, y un diálogo constante entre la realidad y la realidad, a través del uso de la lengua. Un diálogo, donde el propósito fundamental del hablante es formular un mensaje para que funcione con efectividad como acto comunicativo. Ello lleva consigo que las características del auditorio, así como la percepción que el hablante tenga de éste y de la situación, puedan determinar algunos aspectos de la forma del mensaje. Y entendemos que es en este espacio retórico-argumentativo donde se logra la comunicación:
Communication is successful only when the hearer infers the speaker’s intentions from the character of the utterance he produced (Fodor, 1979: 103).

En todo discurso hay retórica y en todo discurso hay argumentación. Entendemos que la retórica y la argumentación son cuestiones que abarcan la caracterización del discurso: ya que usar la lengua es comunicar e interaccionar con unas ideas, creencias y emociones en unas situaciones determinadas. Y discurso es esa interacción, con una concreción textual. De modo que, el discurso como proceso y el texto como producto tienen en común esa dimensión interaccional de naturaleza retórico-argumentativa. Donde la variabilidad y la adaptabilidad pueden considerarse como las grandes características comunicativas de nuestra conducta lingüística. Y el registro sistematiza estas características comunicativas actualizando la lengua de acuerdo con un proceso semántico-pragmático —el discurso— y en un producto gramático-retórico —el texto—. Por lo tanto, la argumentación no es un género determinado del discurso para unos usos específicos, u ocasionales. Sino que es un discurso que subyace en la base de todo acto de habla. Y en consecuencia, la argumentación está en la acción de todo discurso.

En cada uno de los diferentes enfoques al análisis del discurso hay un principio fundamental: considerar a la lengua como una interacción social. Lo cual tiene dos consecuencias importantes (Schiffrin, 1994: 415), que para nosotros sustentan el contexto argumentativo de todo uso de la lengua:
1) la interacción social es un proceso mediante el cual una persona, usando la lengua, obtiene un efecto en la otra, y
2) este proceso está implicado en un intercambio en el cual nuestras actividades son dirigidas hacia otras personas, y las actividades de los otros hacia nosotros.

Hay una respuesta común en los investigadores que estudian la argumentación: que ésta es un discurso que pone en juego unos actores sociales (Golder, 1996: 111). A través de ellos, el uso de la lengua constituye la expresión de un punto de vista sobre la realidad. Y ese punto de vista implica la propuesta de una acción: la acción de una fuerza ilocutiva que supone una interacción argumentativa. Es decir, la acción de un propósito comunicativo o una intencionalidad que tiene una naturaleza argumentativa:
El propósito comunicativo, la intención del emisor, forma parte del concepto retórico de la convicción y la persuasión a través de la argumentación (Martínez-Dueñas, 2002: 9).

Desde esta misma perspectiva, Leith y Myerson (1989) resaltan la naturaleza retórica6 de la argumentación:
To argue is to engage with other views and voices, either explicitly (dialogue) or implicitly, anticipating how others may react to what one says. A second point is that argument is about address, about people addressing other people and other views (Leith y Myerson, 1989: 81).

Por su parte, Eemeren y Houtlosser (2000: 2) afirman:
...there is a rhetorical (pragmatic) aspect to all argumentative discourse: the participants are always aiming for the effects that suit them best

Pero además, en toda esta naturaleza retórica de la argumentación, hay otro ingrediente: el deseo de compartir, que Vignaux (1988: 5) señala, y que es inherente a todo uso de la lengua. Este deseo de compartir, lo muestra, también, muy claramente el texto correspondiente a una situación comunicativa específica: una página7 de Internet (Defeat Depression), donde los usuarios envían cartas, por correo electrónico, sobre el tema de la depresión, con el deseo o la intención de, y escritas con la fuerza ilocutiva de: compartir las experiencias personales, servir de gran ayuda para quienes las vayan leyendo, y contribuir con todo ello a vencer la depresión.

El uso de la lengua como medio de representación y de comunicación es una realidad diaria que está sustentada por la necesidad humana de argumentar, la cual modela a la lengua en un sistema interaccional, dentro de un marco de comunicación y entendimiento. Esta acción de argumentar está en el más básico y neutral proceso de representación y comunicación. Un proceso donde siempre habrá, influyendo en las estructuras lingüísticas, una intencionalidad en las actitudes del emisor, una aceptabilidad en el auditorio y una situacionalidad en el escenario comunicativo. Y donde, de acuerdo con Halliday (1978: 89), la lengua es controlada por la estructura social, y la estructura social es mantenida y transmitida a través de la lengua.

La función esencial del sistema de la lengua, y por tanto de su gramática (Dik, 1997), es pragmática, es decir: la función de ser un instrumento de interacción interpersonal. Y la dimensión argumentativa se sitúa en las propiedades interaccionales o de diálogo que todo acto comunicativo y toda codificación lingüística tiene. Y por consiguiente, donde el uso de la lengua, su proceso (el discurso) y su producto (el texto), tiene, ante todo, una naturaleza argumentativa. La cual, entendemos, que se realiza mediante: una negociación retórica del significado, una lógica construcción de la realidad y una dinámica argumentativa en la producción y recepción textual.

En definitiva, la argumentación obedece a una esquematización, a la vez cognitiva y lingüística, que opera con unas finalidades en cada discurso: orientar al otro hacia un sentido, hacia una cierta concepción del mundo. Y en todo este marco, la realización del significado es una actividad humana, que pretende, a través de la lengua y del discurso, entender al hombre y a la vida, y construir una realidad social. La cuestión está en saber si la realidad que nosotros percibimos (construida con nuestras experiencias individuales y conocimientos colectivos) es la verdadera.

3. ACCIÓN ARGUMENTATIVA

Perelman y Tyteca (1989) muestran que la argumentación es retórica, así como Eemeren y Grootendorst (1984) señalan que la argumentación es un conjunto de actos del discurso. Nosotros, entendemos que ambas afirmaciones tienen la misma base. La argumentación se construye sobre una base retórica10: los caracteres y estados del orador (ethos) y su auditorio (pathos), estableciendo entre ellos una interacción pragmática. Pero, la argumentación es sobre todo retórica porque en el centro se sitúa el ser humano con su pensamiento, sus sentimientos y sus acciones. Y, por ejemplo, aunque es difícil eparar estos tres elementos (pensamiento, sentimiento y acción) en el uso de la lengua, una de las cartas (The need for better understanding) del texto correspondiente a la página de Internet mencionada anteriormente (Defeat Depression):
THE NEED FOR BETTER UNDERSTANDING
Depression is one of the commonest forms of illness and has become one of the most easily treatable disorders. Many people can find adequate relief in a primary care setting. It is unfortunate that all too often this disorder goes unrecognised and often patients are not able to communicate clearly their distress to their doctors. I welcome this website which I am sure will help bring about an increased understanding of these disorders — and with better communication between patient and doctor much needless distress can be eradicated.
Professsor Gerg Wilkinson.

puede dividirse en tres partes consecutivas que, además de suponer tres conclusiones argumentativas apoyadas en premisas implícitas, pueden representar (en cierto modo, y plausiblemente): el pensamiento, el sentimiento y la acción.

Moeschler (1985: 56-9) señala tres condiciones necesarias a la noción de «acto de argumentación»:
1. El carácter intencional, presentando intencionalmente un argumento relacionado a una conclusión, y de lo cual deriva un valor argumentativo.
2. El carácter convencional, asociado a las marcas argumentativas: marcas axiológicas (de orientación positiva o negativa), operadores argumentativos (dentro de la misma oración), conectores argumentativos (entre oraciones), y responsables de la actividad argumentativa.
3. El aspecto institucional, imponiendo un conjunto de normas en el cuadro de la interacción, y obligando al interlocutor a sacar un determinado tipo de conclusión

Pero, además, la argumentación es un proceso que implica: una interacción discursiva entre interlocutores, y la utilización y producción de un texto lingüístico. Este proceso podría ser definido como social, cognitivo y lingüístico. Pero, creemos que es ante todo un proceso retórico, basado en la lógica de lo probable. Y un proceso caracterizado por su carácter de negociación del significado, y por una fuerza ilocutiva que pretende actuar en las representaciones del interlocutor. De modo que la retórica pertenece a la estructura íntima de la argumentación. Y esta estructura íntima puede distinguirse por los siguientes rasgos esenciales:
1. Se dirige a un auditorio que es más bien particular (un auditorio universal constituye más bien un ideal), con sus competencias y sus creencias intelectuales y afectivas.
2. Se expresa en lengua natural, escrita u oral, mediante unas reglas gramaticales y unos principios retóricos.
3. Está virtualmente en la lengua, y se construye y actualiza de forma interaccional y cooperativa, en un proceso ostensivo-inferencial, donde unos enunciados crean una relevancia para construir los enunciados siguientes.
4. Sus premisas se basan en lo probable. Y, al apoyarse sobre lo probable, ello puede comportar unos elementos demostrativos, en el sentido de necesarios.
5. Su progresión se realiza sin necesidad de una lógica formal (stricto sensu), ya que su organización depende de la situación y del auditorio.
6. Sus conclusiones no son apremiantes, y expresan, ante todo, un acuerdo entre interlocutores, o comportan tanto a quien las acepta como a quien las rehúsa.

Pero la argumentación es una acción de la lengua y no simplemente de las ideas o los conceptos. Es la lengua, con sus recursos y peculiaridades estructurales (polisemia, ambigüedad, modalidad, etc.) y con sus meta-funciones (conceptual, interpersonal, textual), la que da fuerza y función a los argumentos. Y es el carácter probable, retórico, de la palabra quien permite que las estructuras lingüísticas de los interlocutores actúen de manera subjetiva y necesiten de la argumentación.

Además, una argumentación generalmente utiliza o tiene necesidad de varios argumentos. El argumento puede ser más o menos desarrollado según diversos procedimientos: — paráfrasis que intentan valorizar la acción argumentativa; — inserción de elementos que tienen valor de prueba: ejemplos, datos estadísticos, etc.; — y múltiples recursos más, dirigidos a apoyar la validez de una posición o punto de vista.

Anscombre y Ducrot (1988)13, haciendo intervenir a la enunciación como base de la argumentación, y teniendo en cuenta más su base lingüística, conciben a la argumentación como un enunciado E1 (o un conjunto de enunciados) destinado a hacer admitir otro enunciado E2 (o un conjunto de enunciados). Y para que esto pueda suceder no basta con que E1 dé razones para E2, sino que la estructura lingüística de E1 debe de satisfacer ciertas condiciones para que pueda constituirse, en un discurso, un argumento para E2. La lengua presenta unas exigencias para esta relación, ya que según sus investigaciones, algunos enunciados E1, aún proporcionando las mejores razones del mundo para hacer admitir otros enunciados E2, son sin embargo incapaces, en un discurso, de servir de argumentos a favor de E2. Pero, es un rasgo constitutivo de muchos enunciados orientar al interlocutor hacia un cierto tipo de conclusión (por el hecho de que se excluye otro tipo de conclusión). Consideran que los posibles encadenamientos argumentativos en un discurso están ligados a la estructura lingüística de los enunciados y no únicamente a las informaciones que ellos llevan. Estas posibilidades de encadenamientos argumentativos son determinadas a través del acto de argumentar. Ellos hacen una distinción entre acto de argumentar y acto de inferir. El acto de argumentar, presente, según ellos, en la mayor parte de los enunciados, es determinado por la estructura lingüística de estos enunciados, y donde la argumentación sería una explotación posible entre otras. El acto de inferir es un acto de lengua realizado necesariamente por medio de un enunciado, donde su fundamento es un hecho, y no necesariamente un enunciado.

Por otro lado, Anscombre y Ducrot (1988: 116) también diferencian entre acto de argumentar y valor argumentativo. En un discurso, a los enunciados que pueden autorizar una conclusión, se les reconoce un cierto valor argumentativo (orientado por la presencia o no de operadores y conectores argumentativos), pero el acto argumentativo es realizado a partir del valor argumentativo que es dirigido hacia la conclusión. En este proceso actúa el acto de orientación argumentativa16, que consiste en dar, explícita o implícitamente, una orientación (intención) argumentativa a un enunciado. Aquí, entendemos que si el acto de argumentar es tal acto porque conduce a una conclusión, esta conclusión no tiene necesariamente que ser impuesta, sino que puede orientar el discurso hacia un tipo de conclusión y hacia la exclusión de otras:
Cuando nosotros hablamos de argumentación, nos referimos siempre a unos discursos que comportan, al menos, dos enunciados E_ y E_, donde uno es dado par autorizar, justificar o imponer al otro; el primero es el argumento, el segundo la conclusión. […] Puede, por otra parte, hacerse que el enunciado conclusión esté puramente implícito, pero que pueda ser, en este caso, reestablecido fácilmente (Anscombre y Ducrot, 1988: 163; traducción nuestra).

Así pues, según ellos, la argumentación se construye mediante un enunciado E1 (o un conjunto de enunciados), presentado como un argumento para autorizar a otro enunciado E2 explícito o implícito. Y constituye la realización de dos actos: la enunciación del argumento de una parte y de otra, el acto de inferir realizado cuando se expresa o se sobreentiende la conclusión.

Hay pues un fundamento de la argumentación sobre las posibilidades de inferencia, situándose la argumentación enteramente en el nivel del discurso, y la inferencia en las creencias relativas a la realidad, a la manera en que los hechos se realizan. Cuando ellos afirman que la lengua es fundamentalmente argumentativa se refieren a un valor argumentativo, que no es un valor concluyente, sino que es básicamente una dirección de argumentación. Ello quiere decir, no que los enunciados siempre sirven para sacar conclusiones, sino que la significación de las frases comportan unas indicaciones en cuanto al valor argumentativo. Según ellos, la significación no es de naturaleza fundamentalmente veri-condicional, sino que tiene un valor de acción (un valor argumentativo) e inscrito en una dinámica discursiva que está constituida por un conjunto de relaciones argumentativas.

Estas relaciones argumentativas de naturaleza lingüística vienen dadas por las marcas argumentativas que son los operadores y conectores argumentativos, y por las reglas argumentativas permitiendo la actividad argumentativa que son los topoi. Los topoi representan los trayectos argumentativos que se deben de adoptar para alcanzar una conclusión determinada. Y los operadores y conectores argumentativos no apremian la clase de conclusiones, sino los trayectos argumentativos que se permiten alcanzar; de este modo, ellos orientan argumentativamente a un enunciado. De esta forma, la significación de una frase es el conjunto de topoi que ella autoriza a aplicar desde que es enunciada. Elegir, en una situación concreta, enunciar una frase en vez de otra, es elegir explotar ciertos topoi en detrimento de otros. Desde este punto de vista, significar es imponer, de cara a los hechos, la adopción de puntos de vista argumentativos.

De aquí podemos sacar dos conclusiones:
a) Que la argumentación es principalmente una construcción o estructuración lingüística. Esta construcción o estructuración conlleva o indica un valor argumentativo. Pero entendemos que va más allá del planeamiento de Anscombre y Ducrot (1988): encadenamiento de enunciados-argumentos y enunciados-conclusiones, apoyándose sobre el acto de argumentar. Ya que también construye y estructura los enunciados.
b) Que a esta construcción y estructuración lingüística va unida el proceso lingüístico-cognitivo de inferencia, realizado por medio de la lengua, pero fundamentado en una determinada construcción de la realidad.


4. CAMPO ARGUMENTATIVO

En investigaciones realizadas sobre la competencia argumentativa de niños preescolares, O’Keefe y Benoit (1982: 172-173) llegan a la conclusión de que la competencia argumentativa se adquiere como parte de la adquisición lingüística, ya que los niños empiezan a hablar y a argumentar simultáneamente. Y añaden que los niños antes de empezar a hablar, ya desarrollan la capacidad de indicar, de alguna manera, el desacuerdo. Estos estudios nosreiteran, una vez más, que la argumentación es una actividad lingüística, con una naturaleza social donde existen diferentes voces (reales o virtuales).

Ehninger (1970) define la argumentación como un proceso correctivo que tiene lugar entre los interlocutores. Y en este sentido, Eemeren et al. (1997: 209) ilustran cuatro rasgos centrales al concepto de argumentación:

1. Una estructura inferencial característica: proposiciones presentadas como pretensiones, y otras proposiciones (razones) presentadas como justificación y/o refutación de estas pretensiones.
2. Dos roles comunicativos: un protagonista que presenta una pretensión y un antagonista que duda de esa pretensión, la contradice, o de alguna forma retiene el asentimiento.
3. Los argumentos que están incrustados en actos y actividades.
4. Los argumentos que implican medios cuestionables de construir un asunto o una causa.

En nuestra concepción de argumentación tendríamos que expandir más el punto 2, y no relegar la argumentación sólo al desacuerdo o al no asentImiento, puede haber un acuerdo tácito y previo (e incluso genérico) y haber argumentación. Por acuerdo genérico entendemos el empleo de estructuras lingüísticas genéricas en encuentros sociales.

Por ejemplo, las cartas o las intervenciones discursivas que se originan en la situación comunicativa del texto correspondiente a la página de internet mencionada anteriormente (Defeat Depression), no proceden de una contradicción o de algún desacuerdo entre los interlocutores que intervienen, sino que, más bien, proceden del acuerdo previo implícito, e instrumentalizado por el interés o intención, de vencer a la depresión. Recordemos que esta situación comunicativa trata de una página de internet, donde los usuarios envían cartas, por correo electrónico, sobre el tema de la depresión, con el deseo de, y escritas con la fuerza ilocutiva de, compartir las experiencias personales, y de servir de gran ayuda para quienes las vayan leyendo. Y que, a su vez, la lectura de estas cartas y la identificación con su problemática motiva el envío de otra carta o intervención discursiva.

En la perspectiva pragmático-dialéctica20 (Eemeren, 2002, 2003; Eemeren y Grootendorst, 1984, 1987, 1988, 1992; Eemeren et al., 1993; Eemeren et al., 1997; Jackson y Jacobs, 1980; Walton, 1989, 1995) se asume que el propósito de la argumentación es resolver la diferencia de opinión, implicando con ello que la oposición entre los roles argumentativos (protagonista-antagonista) es un rasgo característico del discurso argumentativo. Aquí, el argumento es definido como un medio de intentar resolver una diferencia de opinión, explorando la relativa justificación del punto de vista que concurre. Esta teoría presenta un modelo de discurso argumentativo en términos de procedimiento de discusión, donde ofrece reglas para la interacción argumentativa y unas precondiciones asociadas que tienen que ver con las habilidades, actitudes y poder de los interlocutores. Así, esta manera de entender la argumentación como una forma de reparar o resolver diferencias de opinión hace que ella sea entendida como una acción incrustada dentro de un contexto discursivo más amplio, y en términos de principios generales interaccionales (Eemeren et al. 1997:218-9). Este modelo de argumentación social puede definirse de la manera siguiente:
Argumentation is a social, intellectual, verbal activity serving to justify or refute an opinion, consisting of a constellation of statements and directed towards obtaining the approbation of an audience (Eemeren et al, 1987: 7)21

Dentro de esta misma perspectiva, pragmático-dialéctica, Jackson y Jacobs (1980), Jacobs y Jackson (1982, 1989)22 aplican el análisis del discurso a la descripción de la argumentación conversacional, y consideran a la argumentación (pág. 207) como una actividad lingüística en un sistema abstracto de reglas, las cuales definen a esta actividad lingüística como argumentación. Se trata de un juego lingüístico, de carácter social y cooperativo, con unos movimientos y contra-movimientos que corresponden a actos de habla y fuerzas ilocutivas. Así, la argumentación nace (pág. 158) como respuesta al desacuerdo (efectivo, virtual, potencial o proyectado) entre dos actos de habla, y es definida (pág. 215) como un procedimiento mediante el cual dos o más individuos llegan a un acuerdo.

El modelo de Toulmin (1958) se centra en la forma y contenido del discurso argumentativo. De acuerdo con él, un argumento puede ser descrito no tanto como una estructura lógica o silogística, sino como un movimiento entre los siguientes elementos:
1. Se tiene una pretensión (claim).
2. Se ofrecen unos hechos o datos para apoyarla (data/grounds).
3. Se conectan estos datos a la pretensión que se persigue mediante unas justificaciones (warrants).
4. Se muestran y respaldan los fundamentos de estas justificaciones, al menos implícitamente (backing).
5. Se utilizan unos modificadores modales apropiados para moderar la pretensión, y señalar el grado de certidumbre (modal qualifiers [some, many, most, etc]).
6. Y se consideran unas posibles refutaciones (rebuttals).

Se trata de una conexión conceptual que es aceptable para quienes encuentran el argumento convincente y sólido. Y considerando que los diferentes argumentos pueden exhibir una gran variedad de tipos de estos elementos (claim, data/grounds, warrants, backing, modal qualifiers, rebuttals).

De acuerdo con esta concepción, Toulmin et al. (1984) caracterizan a los argumentos según los campos de legislación, ciencia, administración, arte y ética, y sobre la base de qué cuestiones son argumentadas, y qué tipos de elementos (claims, data/grounds, warrants, backing, modal qualifiers, rebuttals) y conexiones se hacen. Según esto, entendemos que podríamos caracterizar a los campos argumentativos como una realización cognitiva y sociológica que conecta, a través del elemento field (inseparable de los otros elementos del registro: tenor, mode) el uso de la lengua y la estructura social e ideológica. De modo que podemos hacer referencia a campos argumentativos tan generales (o lugares) como la política, la sanidad, la educación, etc. Pero la realización argumentativa de ellos requerirá una concreción en los elementos (field, tenor, mode) de la situación comunicativa, y donde: Field refleja el contenido o tema de interés central a la situación argumentativa; Mode refleja la manera en que éste contenido está siendo comunicado; Tenor refleja la interacción que el hablante está teniendo con su auditorio, y cómo éstos (hablante y auditorio) tienen que ver de manera primordial con el proceso argumentativo que se desarrolla. Como por ejemplo en el texto anterior, donde el campo argumentativo se concreta en una cuestión puntual del quehacer laboral: la pérdida de un archivo de word. Y cuyo campo argumentativo viene caracterizado por field (pérdida de un archivo importante), tenor (Jamey y Andrew, compañeros de trabajo, aturdidos y preocupados) y mode (conversación oral por teléfono).

Toulmin (1958), además, al definir un argumento, fusiona y distingue el acto de argumentar, que puede ser considerado como un macro-argumento (a nivel del discurso), y los argumentos o micro-argumentos (a nivel de las oraciones).

Nosotros, basándonos en esta definición construimos el esquema de la figura que viene a continuación, donde la argumentación o acto de argumentar puede ser tratado como unos macro-argumentos discursivos y unos micro-argumentos textuales, habiendo entre ellos una relación de interdependencia y correspondencia, en consonancia con el carácter explícito e implícito de sus premisas, y de acuerdo con la situación retórica en la que se ubican. Queremos subrayar que con los términos macro/micro-argumentos23 pretendemos diferenciar e identificar la argumentación en el discurso (proceso de la situación comunicativa) y, esa misma argumentación, en el texto (producto, con unas estructuras lingüísticas), con el matiz diferenciador de que las premisas explícitas se plasman en el producto (en el texto), y las premisas implícitas están situadas en el marco de su discurso. Así, la relación entre macro-argumentos y micro-argumentos es la relación entre lo explícito y lo implícito. Es una relación que define a la argumentación como discurso (proceso) y como texto (producto). Conduciendo todo ello a un proceso ostensivo-inferencial determinado, donde las estructuras y referencias lingüísticas no solamente reflejan lo explícito, sino que también llevan una carga importante de lo implícito, sobre lo cual tenemos que inferir. Y jugando ambos procedimientos (lo explícito y lo implícito) una dinámica crucial en la interacción argumentativa.

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5, ARGUMENTAR

Argumentar es interaccionar o comunicar. De modo que, la argumentación está en toda realización de la lengua, en todo acto comunicativo26. Pero, en este acto comunicativo se construye un texto que estructura los argumentos de una forma determinada. El texto argumentativo consiste en desarrollar unos argumentos a partir de una(s) premisa(s), y orientados hacia una conclusión. Los argumentos se entienden que son unas razones o unas significaciones que toman forma, a través de la lengua, en una situación discursiva, y que realizan movimientos de apoyo, de progresión, y de inferencia en un discurso (macro-argumentos). Y todo ello se realiza a través de unas estructuras textuales explícitas e implícitas, que conformarían los microargumentos textuales. Éstos tendrían la función que Dijk (1977:245) llama macro-performative, es decir, ellos expresan la fuerza ilocutiva de todo su discurso.

Y esto lo podemos ver muy claramente en el siguiente texto:
LOOK GOOD. FEEL BETTER. BE YOUR BEST. No matter what your body type, this is the best workout video for you.

donde de forma global, y micro-argumentativamente, se está diciendo algo más, y orientando con ello a una conclusión [ → so, buy this video and feel better doing its instructions and advices], formando parte, todo ello, de una macro-argumentación discursiva. De modo que, podemos afirmar que el discurso (macro-argumentos) y su estructura textual (micro-argumentos) son actos de habla globales (conformando un acto de habla global), y con unas pretensiones argumentativas en relación con los aspectos relevantes de la situación comunicativa.

Desde esta posición anterior (la de las pretensiones de los hablantes, y la de la situación comunicativa), entendemos que Willard (1989: 53) señala la relevancia de la situación comunicativa, y la relevancia de las posiciones de los interlocutores, al elaborar la siguiente definición de argumento:
An argument is a social encounter built upon the following minima: I assume that we disagree; I assume that you assume we disagree; I assume that I am arguing and that you agree that I am arguing; you assume that you are arguing and that I would agree that you are arguing (Willard, 1989: 53).

Estas dos relevancias señalan los dos marcos importantes con los que Willard (1989) identifica la argumentación: la comunicación y la interacción.

El acto de argumentar ha sido definido por Eemeren et al. (1984: 10-34) y Eemeren y Grootendorst (1984: 78-93) como un acto de habla complejo compuesto de una o varias proposiciones, que son los argumentos o las premisas, para apoyar otra u otras proposiciones, que son las conclusiones (o aquello que se pretende). Entre estos argumentos que componen el acto de argumentar, ellos distinguen entre pro-argumentos (para apoyar o justificar) y contra-argumentos (para rehusar o atacar), que muy posiblemente, en el transcurso del acto de argumentar, deriven en otros pro-argumentos y contra-argumentos. Ello hace que la argumentación sea un proceso complejo de diferentes tipos de argumentos.

Así, la argumentación se caracteriza por unas razones o significaciones que apoyan una afirmación o una tesis. Es decir, por unos tipos de argumentos que el discurso va avanzando, en el texto, de acuerdo con el pensamiento e interacción de los interlocutores, y de acuerdo con la naturaleza y el encadenamiento de las estructuras. Un argumento es un acto retórico, y su fuerza viene dada por la dimensión retórica de su acto de argumentar. Si Habermas (1981) y Willard (1983), por ejemplo, plantean que la fuerza de un argumento es una cuestión epistémica30, lo epistémico, a nuestro entender, indica necesidad factual (basada en los hechos), probabilidad, posibilidad, etc., es decir, lo epistémico tiene un carácter retórico.

Partiendo de que todo argumento lleva consigo una fuerza retórica, podemos distinguir un tipo de argumento, cuya dimensión retórica queda aislada de él. Se trataría de unas premisas verdaderas, apoyando, mediante una relación deductivamente válida, a una conclusión, y todo ello aislado de una situación concreta o algún contexto determinado. Es decir, una relación lógico-formal en una predicación seriada, vacía de factores sociales, actitudes, creencias, modos de expresión, etc.

En contraste, Govier (2001: 81-86) expone tres ejemplos de sostenimiento específico para las premisas, que, a nuestro entender, son ejemplos de un sostenimiento retórico: 1. «Todo el mundo dice eso». Esta premisa afirma algo conocido prácticamente por todos, y formando parte de las creencias generales, y del contexto compartido por el argumento. Es un concepto casi normativo.
2. «Testimonio fiable». La premisa concierne con el testimonio de una persona que es fiable y digno de fe para el autor del argumento.
3. «Autoridad legítima». La premisa está apoyada por la autoridad directa de la persona que argumenta (o la autoridad indirecta de otra persona). En este caso, el argumentador posee unas competencias especializadas sobre el tema, y es reconocido como un experto.

Creemos, además, que estos tres tipos de sostenimiento circunscriben la argumentación a una comunidad determinada con unas creencias (e ideología) comunes y específicas.

Al igual que la lengua, como un sistema virtual de opciones disponibles para usar, puede distinguirse del texto, como un sistema actual en el que se han utilizado unas opciones en unas estructuras determinadas (Beaugrande y Dressler, 1981: 35); también podría hablarse de una argumentación virtual, donde la estructura gramatical de la lengua distingue entre argumento posible y argumento decisivo (Anscombre y Ducrot, 1988: 31). De modo que, podríamos considerar al argumento como una operación mental para llegar a unas conclusiones, definiciones, etc., mediante la construcción textual que realizan el sistema gramatical y el sistema retórico (un sistema de funciones para lograr a través del uso de la lengua unos propósitos comunicativos). Y desde esta perspectiva, un argumento puede definirse, en extensión, de la misma forma que se hace con un texto, ya que puede variar desde una palabra hasta varios volúmenes.

Golder (1996:55-6) considera como argumento a todo segmento que apoya a otro segmento, sea por una relación de causalidad, de finalidad, de ejemplificación, de restricción, etc., pero con la condición de que el segmento que da apoyo no sea una reformulación del mismo nivel que el segmento apoyado. Y el segmento apoyado (la tesis o conclusión) puede a su vez apoyar a otro elemento y, por consiguiente, tener función de argumento.

Fahnestock y Secor (1982:20-2)32 caracterizan un argumento con tres elementos:
1. la afirmación de una tesis (cualificada, elaborada, complicada, o esparcida por todo el discurso), de acuerdo con un propósito, y caracterizada por la probabilidad33,
2. un auditorio, sobre el que se quiere tener algún efecto (hacer creer, aumentar su creencia, instar a actuar o a creer), y que va a influir sobre la forma de argumentar (fríamente o con pasión, con tanteo o con una fuerte convicción, elípticamente o en gran detalle),
3. unos fundamentos, razones, o premisas que apoyen la tesis, pero que dentro de ellos haya algunos supuestos (un supuesto o presunción es una premisa que no es dicha o escrita) que conformen las creencias y preconcepciones del campo común entre argumentador y auditorio.

De estos tres elementos, el más variable es el auditorio.

Además, Fahnestock y Secor (1982: ix) dividen los argumentos en dos clases: a) Los que toman la forma de una proposición categórica, vinculando la evidencia a la definición, y cuyo tema que trata tiene unas características determinadas de pertenencia a un grupo.
b) Los que toman la forma de una afirmación sobre causas o efectos de un tema, proposición causal, enlazando dos acontecimientos por la acción de uno sobre el otro.

Una evaluación puede ser uno de los dos o ambos. Sin embargo, una propuesta es una afirmación acerca de alguna acción que debería de ser realizada, y es una forma especial de declaración causal en la que se predice que ciertas acciones recomendadas mejorarían el estado actual.

Una proposición categórica (término prestado de la lógica) establece una relación entre su sujeto y su predicado, y toma la forma de una conclusión o definición, ya que implica un proceso concluyente, y se apoya en un proceso de definición para declarar acerca de la existencia o naturaleza de una realidad determinada. En el campo de la proposición categórica, están la comparación, y la disyunción, que son unas formas de argumentar, declarando acerca de la existencia o naturaleza de una realidad determinada, mediante el proceso de contrastar diferencias o semejanzas en el caso de la comparación, y mediante un proceso lógico de dividir una serie de posibilidades en dos alternativas en desavenencia en el caso de la disyunción35.

Una proposición causal establece una relación entre causa y efecto (ambos en una relación de influencia: primero la causa y, en consecuencia, el efecto) que es estructurada de acuerdo a lo que se pretende en el auditorio. Fahnestock y Secor (1982:254 y sigs.) clasifican tres tipos de proposiciones causales: 1. Algunas proposiciones con verbos causales indican claramente la causalidad y también el grado de ella (causalidad débil: improve, affect, take away from, etc., causalidad fuerte: destroy, create, trigger, etc.).
2. Muchas declaraciones apoyadas por argumentos causales pueden parecer proposiciones categóricas. En realidad, las razones para establecer la relación sujeto-predicado son las causas para construir la proposición categórica. Estas proposiciones pueden ser ambas cosas: declaraciones causales, y proposiciones categóricas (Prostitution is a victimless crime).
3. Declaraciones causales if-then (If X then Y). Pero pueden ser expresadas en proposiciones causales directas (X causes Y). Algunas de ellas pueden ser una antecedente seguido por un consecuente, en vez de causa seguido de efecto (If it is day (antecedente) now, then it will be night (consecuente) soon).
4. Declaraciones sobre un hecho36 añadiendo una razón o explicación (una causa) para ello (Dinosaurs are extinct because a supernova exploded 60 million years ago). 5. Predicciones racionales apoyadas sólo por cuidadosos argumentos causales (utilizando una analogía causal: if A produced B in the past; now with A, we can predict that B will —is going to— follow).

Las proposiciones de evaluación y propuesta requieren de los componentes básicos que integran los argumentos causales y de proposiciones categóricas (Fahnestock y Secor, 1982: 273):
a) Las evaluaciones, argumentos de juicios de valor, son esencialmente argumentos de proposiciones categóricas (los juicios de valor situados en el predicado) cuando se mide el tema objeto de evaluación con una definición ideal de lo que ello debería ser, es decir, un criterio de perfección. Un argumento causal apoya a una evaluación cuando el criterio o definición ideal con la que medimos el objeto de evaluación incluye unas consecuencias que pueden ser buenas o malas.
b) Las propuestas utilizan proposiciones causales orientadas a la acción,hacia algo que debería, necesitaría hacerse. Aunque las consecuencias pueden ser, o no, relativamente obvias. Son tipos de argumentos muy comunes.

Con todo, la dinámica de un texto argumentativo es hacer pasar de un estado de pensamiento inicial (tesis rehusada) a un estado de pensamiento final (tesis propuesta) por medio de un proceso de argumentación38 (Boissinot, 1992: 37). Y, aunque el orden en la realización textual de este esquema, o modelo subyacente, puede diferir, el texto argumentativo desarrolla una dinámica, permitiendo pasar de una tesis a otra, y organiza un tipo de circuito argumentativo compuesto de un determinado número de argumentos. Entendiendo que el texto argumentativo no es solo y esencialmente el lugar de un discurso contradictorio sobre la realidad, sino el discurso de diferentes posiciones sobre la realidad que pueden ser o no contradictorias. Estas diferentes posiciones posibilita la diversidad de argumentos que se pueden entretejer en un texto:
Argument, like language, o art, or ritual, is universal; but, again like language or art or ritual, it has many forms (Feyerabend39, 1987; en Leith y Myerson, 1989: 101).

En cuanto a las formas o modos de un argumento, Gilbert (1997) expone cuatro modos: el lógico (enfatiza el razonamiento silogístico o cuasi-lógico), el emocional (se apoya sobre el uso o expresión de la emoción), el visceral (considera la expresión física40, el lenguaje del cuerpo, y los recursos no verbales) y el kisceral (considera el rol de la intuición, el sentimiento religioso, y el misticismo como apoyo para los argumentos). Pero para Gilbert, el término clave es «coalescent argumentation»41, refiriéndose a un conjunto de prácticas cuyo propósito es lograr el acuerdo entre los dos argumentadores, basado en la conjunción de sus posiciones de tantas maneras como sea posible.

Entendemos que en esta conjunción de posiciones, las expresiones lingüísticas empaquetan la experiencia que tenemos del mundo y codifican los diferentes puntos de vista que tenemos de ella, enmarcándose así en una determinada ideología (Fowler, 1996: 34). Así, la construcción de la realidad a través de la lengua no es neutral: ésta construye unos puntos de vista e ideologías en una situación discursiva y de diálogo. De modo que, siempre hay unos significados alternativos en los escenarios sociales del sistema semántico. Y la lengua ofrece a los interlocutores la posibilidad de intervención y de negociación en estos significados alternativos y escenarios sociales.

Por consiguiente, la vida social es argumentativa (Antaki, 1994: 160). Y la producción de un texto argumentativo implica que es susceptible de ser discutido (Golder, 1996: 101), es decir, negociado.

6. CONCLUSIONES

La argumentación es principalmente una construcción o estructuración lingüística (que conlleva o indica un valor argumentativo, pero que también construye y estructura los enunciados). A la cual va unida el proceso lingüístico-cognitivo de la inferencia, realizado por medio de la lengua, pero fundamentado en una determinada construcción de la realidad. Pero además, la argumentación se caracteriza por unas razones o significaciones que apoyan una afirmación o una tesis. Es decir, por unos tipos de argumentos que el discurso va avanzando, en el texto, de acuerdo con el pensamiento e interacción de los interlocutores, y de acuerdo con la naturaleza y el encadenamiento de las estructuras. Un argumento es un acto retórico, y su fuerza viene dada por la dimensión retórica de su acto de argumentar.

En esta construcción y estructuración lingüística, la argumentación, o acto de argumentar, puede ser tratada como una macro-argumentación discursiva y una micro-argumentación textual, habiendo entre ambas una relación de interdependencia y correspondencia, en consonancia con el carácter explícito e implícito de sus premisas, y de acuerdo con la situación retórica en la que se ubican. Aquí, la relación entre macro-argumentos y micro-argumentos es la relación entre lo explícito y lo implícito. Una relación que define a la argumentación como discurso (proceso) y como texto (producto). Con el matiz diferenciador de que las premisas explícitas se plasman en el producto (en el texto) y las premisas implícitas están situadas en el marco de su discurso. Conduciendo todo ello a un proceso ostensivo-inferencial determinado.

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Fuente
PDF: Argumentación y Argumento